La enfermedad de Alzheimer comienza mucho antes de que empiece a dar síntomas.
Algunos estudios han observado la presencia de una proteína llamada beta amiloide, que es distintiva de esta enfermedad y que está presente incluso décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas.
Es muy probable que en un futuro se puedan aplicar tratamientos destinados a frenar el avance de la enfermedad en este estadio tan temprano. Pero la detección en esta etapa solo es posible a través de pruebas realizadas expresamente.
Es en esta fase donde comienzan los síntomas iniciales del Alzheimer, aunque de una forma muy sutil. Aparecen lapsos de memoria referentes a hechos recién ocurridos, ligera confusión a la hora de ejecutar una secuencia de tareas, o dificultades para tomar decisiones sencillas.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que padecer un deterioro cognitivo leve no siempre está relacionado con la enfermedad de Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer comienza mucho antes de que empiece a dar síntomas.
Algunos estudios han observado la presencia de una proteína llamada beta amiloide, que es distintiva de esta enfermedad y que está presente incluso décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas.
Es muy probable que en un futuro se puedan aplicar tratamientos destinados a frenar el avance de la enfermedad en este estadio tan temprano. Pero la detección en esta etapa solo es posible a través de pruebas realizadas expresamente.
Es en esta fase donde comienzan los síntomas iniciales del Alzheimer, aunque de una forma muy sutil. Aparecen lapsos de memoria referentes a hechos recién ocurridos, ligera confusión a la hora de ejecutar una secuencia de tareas, o dificultades para tomar decisiones sencillas.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que padecer un deterioro cognitivo leve no siempre está relacionado con la enfermedad de Alzheimer.
Normalmente el diagnóstico del Alzheimer ocurre en esta fase. Y es que los deterioros cognitivos se hacen aquí más patentes para la persona y sus familiares.
Estos pueden manifestarse de diferentes maneras:
Asimismo, algunas personas experimentan cambios rápidos de humor, volviéndose más retraídas o extremadamente irritables.
A medida que avanza el daño en las neuronas, se acrecientan las dificultades cognitivas y el día a día se hace cada vez más complicado.
En esta fase es usual que la persona experimente dificultades para elegir la ropa adecuada, usar el baño o realizar tareas sencillas como poner la mesa, y que necesite ayuda para ello. También puede perder la noción de dónde está, del día de la semana o la estación del año.
La memoria va mermando cada vez más, no recordando datos como la propia dirección o el lugar de nacimiento. Puede que empiece a confundir familiares entre sí o a confundir extraños con miembros de la familia.
Asimismo, la desorientación va en aumento, provocando que la persona muchas veces deambule en busca de un ambiente que le resulte más familiar. Por ello es importante vigilarla para evitar accidentes o que se extravíe por la calle.
Los patrones de sueño suelen descontrolarse y es posible que duerma mucho durante el día y se muestre muy agitada durante la noche.
También son esperables cambios en el comportamiento, como sentir recelos hacia la familia, realizar acciones de forma repetitiva, delirar o mostrar agresividad.
En esta última fase, las capacidades físicas y la movilidad también se ven comprometidas, al tiempo que la memoria está muy deteriorada. La persona no es capaz de interactuar con su entorno ni de comunicarse de una forma adecuada.
Todo ello hace que, seguramente, necesite asistencia todo el tiempo para las actividades del día a día como el aseo o comer.
Las dificultades para respirar o tragar hacen que sea más vulnerable a infecciones como la neumonía, una de las principales causas de muerte entre las personas con Alzheimer. Los problemas de movilidad también pueden provocar caídas, por lo que en esta fase hay que extremar la vigilancia y cuidados para evitar accidentes.
Debemos tener en cuenta que, en este punto, la persona ha perdido la conexión con el mundo que le rodea y con sus propios recuerdos.
No hay duda de que esto es desgarrador para la familia, pero tenerlo presente nos va a ayudar a ser realistas con la situación y aceptarla sin elaborar falsas expectativas, tratando de vivir el momento con la mejor actitud posible.
La rapidez del avance de la enfermedad de Alzheimer varía en cada persona. Como media, la supervivencia tras el diagnóstico oscila entre los tres y los ocho años, aunque muchas personas pueden vivir hasta más de 20 años.
Es muy difícil predecir con qué rapidez va a evolucionar el estado de una persona enferma de Alzheimer. Por ello, es importante vivir el momento y apoyarse en el asesoramiento del personal sanitario para que, tanto tú como tu familiar enfermo y el resto de la familia, podáis llevar una calidad de vida lo más óptima posible.
Cuidar de un familiar con Alzheimer puede ser muy agotador, y ver cómo va perdiendo sus capacidades cognitivas y su memoria es tremendamente doloroso.
Desde Senniors te animamos a que pidas ayuda profesional si crees que la necesitas, tanto para cuidarte a ti mismo/a como para cuidar a tu familiar.
¡No llegar a todo es totalmente válido! Si necesitas ayuda para ocuparte de tu familiar con Alzheimer, no dudes en contar con nosotros.