La desnutrición en personas mayores es una condición frecuente, pero prevenible, que puede afectar seriamente la salud, la autonomía y la calidad de vida. A medida que cambian las necesidades nutricionales con la edad, también cambian los factores que pueden dificultar una alimentación equilibrada.
Comprender las causas, los signos de alerta y las estrategias para prevenirla o tratarla es clave para apoyar el bienestar de las personas mayores en todos los contextos, ya sea en el hogar, en centros de atención o en comunidad.
La desnutrición se produce cuando el organismo no recibe la cantidad suficiente de nutrientes esenciales para funcionar correctamente. Esto puede deberse a una ingesta reducida, a problemas en la absorción de nutrientes o a un aumento de las necesidades energéticas no cubiertas.
En las personas mayores, la desnutrición puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, ya que sus señales no siempre son evidentes. Sin embargo, puede afectar la movilidad, el sistema inmunológico, el estado de ánimo y aumentar el riesgo de hospitalización o dependencia.
La desnutrición en personas mayores es una condición frecuente, pero prevenible, que puede afectar seriamente la salud, la autonomía y la calidad de vida. A medida que cambian las necesidades nutricionales con la edad, también cambian los factores que pueden dificultar una alimentación equilibrada.
Comprender las causas, los signos de alerta y las estrategias para prevenirla o tratarla es clave para apoyar el bienestar de las personas mayores en todos los contextos, ya sea en el hogar, en centros de atención o en comunidad.
La desnutrición se produce cuando el organismo no recibe la cantidad suficiente de nutrientes esenciales para funcionar correctamente. Esto puede deberse a una ingesta reducida, a problemas en la absorción de nutrientes o a un aumento de las necesidades energéticas no cubiertas.
En las personas mayores, la desnutrición puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, ya que sus señales no siempre son evidentes. Sin embargo, puede afectar la movilidad, el sistema inmunológico, el estado de ánimo y aumentar el riesgo de hospitalización o dependencia.
La desnutrición suele tener múltiples causas que pueden combinarse entre sí:
Problemas como diabetes, insuficiencia cardíaca, EPOC, cáncer o enfermedades gastrointestinales pueden reducir el apetito, dificultar la digestión o alterar la absorción de nutrientes.
Algunos tratamientos farmacológicos también pueden generar efectos secundarios que afectan la alimentación: boca seca, alteración del gusto o disminución del hambre.
Dificultades para cocinar, masticar o ir al supermercado pueden generar dietas poco variadas, escasas en nutrientes o directamente ayunos no intencionados.
La falta de nutrientes esenciales impacta de forma directa en la salud física y emocional:
La prevención comienza por identificar señales tempranas y acompañar desde un enfoque positivo, respetuoso y adaptado a cada situación personal.
Brindar información clara y accesible sobre cómo mantener una alimentación equilibrada permite a las personas tomar decisiones conscientes sobre su bienestar.
Pequeños cambios pueden marcar la diferencia: incluir alimentos ricos en proteínas, optar por texturas fáciles de masticar o fraccionar las comidas en porciones pequeñas durante el día.
Organizar menús semanales variados, preparar alimentos con antelación o utilizar opciones congeladas saludables puede facilitar una buena alimentación, incluso cuando hay poca energía o tiempo.
Incluir alimentos de distintos colores y grupos nutricionales garantiza el aporte necesario de vitaminas, minerales y energía.
Fomentar que las comidas sean momentos compartidos y placenteros ayuda a fortalecer tanto el cuerpo como el ánimo. Programas de comidas a domicilio, ayuda en la compra o espacios comunitarios con almuerzos colectivos pueden mejorar significativamente el acceso a una dieta equilibrada.
Cuando ya existe un diagnóstico de desnutrición o se sospecha, es esencial actuar sin demora. El tratamiento puede incluir:
Es importante valorar posibles causas subyacentes, ajustar medicación si interfiere con la alimentación y tratar cualquier enfermedad que contribuya a la pérdida de peso o apetito.
La actividad física moderada también favorece el apetito y mejora la masa muscular, clave para mantener la autonomía.
Ante cualquiera de estos signos, es recomendable consultar con un profesional de la salud.
La valoración nutricional debe formar parte del control rutinario de salud. Herramientas como el MNA (Mini Nutritional Assessment) permiten identificar el riesgo de desnutrición y actuar de forma preventiva.
El seguimiento individualizado ayuda a adaptar el plan de alimentación a las preferencias, necesidades y capacidades de cada persona, sin imponer dietas estrictas ni culpabilizadoras.
La nutrición es un derecho fundamental, y asegurar que las personas mayores tengan acceso a alimentos saludables, variados y adecuados a sus necesidades es una responsabilidad compartida. En Senniors, creemos que cada persona merece vivir con dignidad, energía y disfrute, y la alimentación es parte esencial de ese camino.
Por eso, acompañamos con cercanía, respeto y profesionalismo a quienes lo necesitan, ofreciendo soluciones adaptadas, asesoramiento nutricional y apoyo integral para que alimentarse siga siendo un acto de bienestar, placer y cuidado.