A la hora de elegir a una persona que acompañe o brinde apoyo en el hogar, la seguridad, la confianza y la profesionalidad son fundamentales. Contar con cuidadores formales garantiza una atención de calidad, dentro de un marco legal y seguro, que protege tanto a las familias como a quienes brindan el servicio.
Frente a esta opción, la economía sumergida puede parecer una alternativa rápida o económica, pero conlleva riesgos legales, laborales y emocionales que afectan a todas las partes implicadas.
Un cuidador o cuidadora formal es una persona que ofrece servicios de apoyo y cuidado a domicilio con formación específica, referencias verificables y en cumplimiento de la legislación laboral. Puede estar vinculado a una agencia, ser autónomo/a o estar contratado directamente por la familia, siempre bajo un contrato regulado.
Su labor abarca:
Estos perfiles cuentan con conocimientos técnicos, habilidades interpersonales y experiencia en el trato respetuoso y empático hacia las personas que acompañan.
La economía sumergida en el ámbito del cuidado hace referencia a contrataciones informales, sin contrato, sin cotización a la Seguridad Social y sin las garantías mínimas exigidas por la ley.
Aunque puede percibirse como una solución más accesible en lo inmediato, implica:
Además, no existen mecanismos de supervisión ni posibilidad de reclamar ante incumplimientos o problemas graves.
A la hora de elegir a una persona que acompañe o brinde apoyo en el hogar, la seguridad, la confianza y la profesionalidad son fundamentales. Contar con cuidadores formales garantiza una atención de calidad, dentro de un marco legal y seguro, que protege tanto a las familias como a quienes brindan el servicio.
Frente a esta opción, la economía sumergida puede parecer una alternativa rápida o económica, pero conlleva riesgos legales, laborales y emocionales que afectan a todas las partes implicadas.
Un cuidador o cuidadora formal es una persona que ofrece servicios de apoyo y cuidado a domicilio con formación específica, referencias verificables y en cumplimiento de la legislación laboral. Puede estar vinculado a una agencia, ser autónomo/a o estar contratado directamente por la familia, siempre bajo un contrato regulado.
Su labor abarca:
Estos perfiles cuentan con conocimientos técnicos, habilidades interpersonales y experiencia en el trato respetuoso y empático hacia las personas que acompañan.
La economía sumergida en el ámbito del cuidado hace referencia a contrataciones informales, sin contrato, sin cotización a la Seguridad Social y sin las garantías mínimas exigidas por la ley.
Aunque puede percibirse como una solución más accesible en lo inmediato, implica:
Además, no existen mecanismos de supervisión ni posibilidad de reclamar ante incumplimientos o problemas graves.
Contar con una persona formada y con experiencia permite que el acompañamiento se realice de forma segura, respetuosa y personalizada. Las familias pueden confiar en que sus seres queridos están en manos preparadas y comprometidas.
La formalización del empleo protege a ambas partes. El contrato establece derechos, obligaciones y protocolos de actuación. En caso de baja, accidente o desacuerdo, existen mecanismos para actuar legalmente sin riesgo para la familia.
El trabajo de calidad se traduce en un entorno más estable, con menos rotación, mayor confianza mutua y mejor seguimiento del bienestar de la persona cuidada. Esto también repercute en una mejor salud física y emocional.
Contratar de forma legal contribuye a la sostenibilidad del sistema de cuidados y reconoce el valor del trabajo asistencial. Según el INE, valorar y remunerar adecuadamente este sector podría incrementar el PIB en más del 26%.
Sin contrato, no hay obligaciones claras. La familia queda desprotegida ante posibles accidentes, robos, incumplimientos o negligencias. Tampoco hay cobertura en caso de baja, ni posibilidad de sustitución.
Una inspección o denuncia puede acarrear sanciones por empleo irregular. Además, en caso de accidente laboral en el domicilio, la familia puede ser considerada responsable subsidiaria, con implicaciones legales y económicas graves.
La persona contratada de forma informal tampoco cuenta con:
Esto perpetúa la precariedad en un sector que merece ser valorado y protegido.
Elegir a un cuidador o cuidadora formal es apostar por un entorno seguro, digno y estable. No solo para quien recibe los cuidados, sino también para la familia y para la persona profesional que realiza esta labor.
En Senniors, defendemos un modelo de cuidado legal, profesionalizado y centrado en la persona. Acompañamos a las familias en todo el proceso, seleccionando perfiles cualificados y asegurando un entorno donde se respeten los derechos de todas las partes.
Porque cuidar es también cuidar de cómo se cuida.