
La pérdida de apetito en personas mayores es frecuente, pero no debe normalizarse. Cuando baja la ingesta, aumentan los riesgos de desnutrición, debilidad, caídas y decaimiento del ánimo. Detectarla a tiempo y actuar con medidas sencillas (adaptadas a cada persona) marca la diferencia en salud, autonomía y bienestar.
El apetito depende de señales fisiológicas, sensoriales y emocionales que, con la edad, pueden alterarse. Además del propio envejecimiento, influyen enfermedades, fármacos y el contexto social. Comprender qué está detrás de la falta de ganas de comer permite escoger la intervención más útil.
Claves a considerar
Factores psicosociales. Soledad, duelo, baja estimulación y comidas sin compañía. Comer es social: una mesa compartida, conversación tranquila y entorno cuidado reactivan el interés por alimentarse.
La pérdida de apetito en personas mayores es frecuente, pero no debe normalizarse. Cuando baja la ingesta, aumentan los riesgos de desnutrición, debilidad, caídas y decaimiento del ánimo. Detectarla a tiempo y actuar con medidas sencillas (adaptadas a cada persona) marca la diferencia en salud, autonomía y bienestar.
El apetito depende de señales fisiológicas, sensoriales y emocionales que, con la edad, pueden alterarse. Además del propio envejecimiento, influyen enfermedades, fármacos y el contexto social. Comprender qué está detrás de la falta de ganas de comer permite escoger la intervención más útil.
Claves a considerar
Factores psicosociales. Soledad, duelo, baja estimulación y comidas sin compañía. Comer es social: una mesa compartida, conversación tranquila y entorno cuidado reactivan el interés por alimentarse.
Una ingesta pobre desencadena un círculo vicioso: menos energía → menos actividad → menos apetito. Cuanto antes se interviene, más fácil es frenarlo.
Efectos más comunes

La detección es observación constante y diálogo respetuoso. No es solo “cuánto come”, sino qué, cómo y con qué sensaciones.
Señales de alerta
La mejor estrategia combina entorno amable, cocina apetecible y revisión clínica cuando haga falta. Pequeños cambios sostenidos superan a grandes esfuerzos puntuales.
Un comedor agradable transforma la experiencia. No es decoración: es estimulación sensorial que predispone a comer.
A muchas personas les sienta mejor comer poco y frecuente que platos grandes.
Ejemplos breves
La bebida debe acompañar, no competir con el apetito.
Moverse abre el apetito y mejora el ánimo.
Cuidar la boca devuelve el placer de comer.
La seguridad es lo primero.
Pueden ser útiles cuando, pese a los cambios, la ingesta no alcanza.
Antes que una “dieta estricta”, buscamos placer, facilidad y constancia.
Si hay pérdida de peso rápida, rechazo persistente de alimentos o bebidas, dificultad para masticar o tragar, o signos de deshidratación, no esperes. La valoración puede incluir cribado nutricional, analítica, ajuste de fármacos y, si procede, intervención de logopedia o nutrición clínica. Cuanto antes se interviene, más sencilla es la recuperación.
En Senniors diseñamos un plan alimentario amable y realista: ajustamos texturas y horarios, proponemos recetas con alta densidad nutricional, coordinamos revisión dental y médica cuando es necesario, y acompañamos las comidas para devolverles su dimensión social. Nuestro enfoque es claro: más salud, más tiempo y más casa, con la persona en el centro.
La pérdida de apetito no es un simple “come menos”: compromete músculo, ánimo y autonomía. Cuidar el entorno, ofrecer platos apetecibles en pequeñas tomas, mover el cuerpo y revisar la salud bucal y la medicación ayuda a revertirla. Si el problema persiste o aparecen señales de alarma, consulta con profesionales. En Senniors, te acompañamos con un plan práctico y humano para que comer vuelva a ser un momento de salud y disfrute.